SUSANA GIMENEZ. |
La obesidad, el estreñimiento y los embarazos son los factores más habituales. Otros como el tabaco, el estrés y la falta de ejercicio físico aumentan la tensión muscular en la zona.
Aunque algunas personas pueden no tener síntomas lo más habitual es tener:
- Reflujo ácido con sensación de ardor o quemazón (Pirosis) que puede incluso dañar o ulcerar el esófago y que suele empeorar al agacharse, inclinarse hacia delante después de las comidas o al estar acostado.
- Malas digestiones (falta de apetito, nauseas, vómitos, eructos y gases)
- Dificultad para tragar alimentos o Disfagia.
- Opresión en el corazón ya que esa parte del estómago puede estar comprimiendo el músculo cardíaco. Esto puede provocar en algunos casos taquicardia y palpitaciones que mal cuidados pueden desencadenar anginas de pecho y infartos.
- Dificultad para respirar y dolor en el pecho y costillas ya que los pulmones no pueden realizar sus movimientos adecuadamente. Por supuesto el resto del cuerpo sufrirá esta mala función respiratoria al haber mala oxigenación.
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