Estuve ahí, subiendo y bajando por cada piso, viendo de cerca cómo se limpia cada palmo del mármol de las columnas; cómo se despega el pegamento que estaba debajo de las alfombras en las escaleras; cómo se pasa la aspiradora a los bandeaux de terciopelo.
Con la sala principal flamante, con su lámpara central restaurada por la familia Pallarols, al igual que todas las demás del foyer principal; se ve ahora cada detalle de las molduras y el Salón Dorado brilla como nunca antes.
Más allá de la política, el valor que representa como Patrimonio Nacional el Colón se ve a salvo. Donde había ratas, hay salas nuevas para la orquesta, el ballet y el coro. Todas, al igual que cada centímetro del Teatro, con protección ignífuga (anti incendio); con instalaciones de luz, aire acondicionado y calefacción invisibles.
Las butacas de la sala retapizadas esperan ser amuradas con el control acústico necesario que se chequea de manera permanente y se recuperaron dos palcos a los costados del escenario, a la vez que se levantó el foso de la orquesta para darle mayor acceso a los músicos. Ni hablar del detrás de escena donde se trabaja con el piso giratorio y en cada detalle técnico para las puestas.
El 15 de abril entrarán los artistas. El 25 de Mayo será la función de apertura del Teatro inaugurado allá lejos, en 1908, para el asombro que seguramente será la nota del día. Y hacia el verano del 2011 estará la obra terminada.
Una obra mayor para reconocer el compromiso, el aporte y el esfuerzo. Más allá de todo.
1200 personas trabajando. 400 millones de pesos de presupuesto general. Dos cifras que muestran a las claras cómo se remodelan los 60.000 metros cuadrados del Teatro Colón, para levantar el telón de tres toneladas, a nuevo, el próximo 25 de mayo, para el Bicentenario, con La Boheme.
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