PEDRO ALMODOVAR. |
El cineasta Pedro Almodóvar expresó su sentir ante la muerte de la cantante Chavela Vargas, en una carta publicada en la página oficial de su productora El Deseo, en la red social Facebook.
"Durante 20 años la busqué en sus escenarios habituales y desde que la encontré en el diminuto backstage de la madrileña Sala Caracol llevó otros veinte despidiéndome de ella, hasta esta larguísima despedida, bajo el sol abrasivo del agosto madrileño", sostuvo el cineasta español.
Asimismo, añadió: "Chavela Vargas hizo del abandono y la desolación una catedral en la que cabíamos todos y de la que se salía reconciliado con los propios errores, y dispuesto a seguir cometiéndolos, a intentarlo de nuevo".
En el texto agregó una frase del escritor Carlos Monsiváis, quien dijo: "Chavela Vargas ha sabido expresar la desolación de las rancheras con la radical desnudez del blues"; según el mismo escritor, al prescindir del mariachi Chavela eliminó el carácter festivo de las rancheras, mostrando en toda su desnudez el dolor y la derrota de sus letras.
"Ningún ser vivo cantó con el debido desgarro al genial José Alfredo Jiménez como lo hizo Chavela".
Pedro Almodóvar afirmó que en su segunda vida, cuando ya tenía más de 70 años, el tiempo y Chavela caminaron de la mano y fue en España donde encontró una complicidad que México le negó.
"Oye, quiero la estrella de eterno fulgor, quiero la copa más fina de cristal para brindar la noche de mi amor. Quiero la alegría de un barco volviendo, y mil campanas de gloria tañendo para brindar la noche de mi amor", cantó Chavela.
"A lo largo de los 90 y parte de este siglo, Chavela vivió esta noche de amor, eterna y feliz con nuestro país, y como cada espectador, siento que esa noche de amor la vivió exclusivamente conmigo".
Además, Almodóvar enfatizó que Chavela sólo "te cantaba solo a ti, al oído, y cuando el torrente de su voz fue menos potente, (no hablo de declive, ella no lo conoció, hizo y cantó lo que quiso y como quiso) Chavela se volvió más íntima".
Las mejores versiones de "La llorona" las interpretó en sus últimos conciertos; donde abordaba la canción con un murmullo, y en ese tono continuaba, recitando palabra por palabra, hasta llegar al épico final.
Asimismo, sigue enfatizando que los años de apoteosis española hicieron posible que Chavela debutara en el Olympia de París, una gesta que sólo había conseguido la gran Lola Beltrán antes que ella.
"Y con su deslumbrante actuación en el Olympia parisino consiguió, por fin, abrir las puertas que más férreamente se le habían cerrado, las del Teatro Bellas Artes de México D.F., otro de sus sueños", escribió el cineasta.
Aquella noche, "la del Bellas Artes del D.F., también tuve el privilegio de presentarla, Chavela había alcanzado otro de sus sueños y fuimos a celebrarlo y a compartirlo con la persona que más lo merecía, José Alfredo Jiménez, en el bar Tenampa de la Plaza de Garibaldi.
En su última visita a Madrid, en una comida íntima con Elena Benarroch, Mariana Gyalui y Fernando Iglesias, tres días antes de su presentación en la Residencia de Estudiantes, Elena le preguntó si nunca olvidaba las letras de sus canciones a lo que Chavela le respondió: "A veces, pero siempre acabo donde debo".
Hace cuatro años fui a conocer el lugar de Tepoztlán donde vivía, frente a un cerro de nombre impronunciable, el cerro de Chalchitépetl, donde la cantante le contó que la leyenda dice que el cerro abrirá sus puertas cuando llegue el próximo Apocalipsis y sólo se salvarán los que acierten a entrar en su seno.
En aquella visita, también "me dijo: ´estoy tranquila´, y me lo volvió a repetir en Madrid, en sus labios la palabra tranquila cobra todo su significado, está serena, sin miedo, sin angustias, sin expectativas, tranquila".
También me dijo "una noche me detendré", y la palabra "detendré" cayó con peso y a la vez ligera, definitiva y a la vez casual. "Poco a poco", continuó, "sola, y lo disfrutaré". Eso dijo.
Al final de la carta, el cineasta escribió: "Adiós Chavela, adiós volcán. Tu esposo, en este mundo, como te gustaba llamarme, Pedro Almodóvar"
Asimismo, añadió: "Chavela Vargas hizo del abandono y la desolación una catedral en la que cabíamos todos y de la que se salía reconciliado con los propios errores, y dispuesto a seguir cometiéndolos, a intentarlo de nuevo".
En el texto agregó una frase del escritor Carlos Monsiváis, quien dijo: "Chavela Vargas ha sabido expresar la desolación de las rancheras con la radical desnudez del blues"; según el mismo escritor, al prescindir del mariachi Chavela eliminó el carácter festivo de las rancheras, mostrando en toda su desnudez el dolor y la derrota de sus letras.
"Ningún ser vivo cantó con el debido desgarro al genial José Alfredo Jiménez como lo hizo Chavela".
Pedro Almodóvar afirmó que en su segunda vida, cuando ya tenía más de 70 años, el tiempo y Chavela caminaron de la mano y fue en España donde encontró una complicidad que México le negó.
"Oye, quiero la estrella de eterno fulgor, quiero la copa más fina de cristal para brindar la noche de mi amor. Quiero la alegría de un barco volviendo, y mil campanas de gloria tañendo para brindar la noche de mi amor", cantó Chavela.
"A lo largo de los 90 y parte de este siglo, Chavela vivió esta noche de amor, eterna y feliz con nuestro país, y como cada espectador, siento que esa noche de amor la vivió exclusivamente conmigo".
Además, Almodóvar enfatizó que Chavela sólo "te cantaba solo a ti, al oído, y cuando el torrente de su voz fue menos potente, (no hablo de declive, ella no lo conoció, hizo y cantó lo que quiso y como quiso) Chavela se volvió más íntima".
Las mejores versiones de "La llorona" las interpretó en sus últimos conciertos; donde abordaba la canción con un murmullo, y en ese tono continuaba, recitando palabra por palabra, hasta llegar al épico final.
Asimismo, sigue enfatizando que los años de apoteosis española hicieron posible que Chavela debutara en el Olympia de París, una gesta que sólo había conseguido la gran Lola Beltrán antes que ella.
"Y con su deslumbrante actuación en el Olympia parisino consiguió, por fin, abrir las puertas que más férreamente se le habían cerrado, las del Teatro Bellas Artes de México D.F., otro de sus sueños", escribió el cineasta.
Aquella noche, "la del Bellas Artes del D.F., también tuve el privilegio de presentarla, Chavela había alcanzado otro de sus sueños y fuimos a celebrarlo y a compartirlo con la persona que más lo merecía, José Alfredo Jiménez, en el bar Tenampa de la Plaza de Garibaldi.
En su última visita a Madrid, en una comida íntima con Elena Benarroch, Mariana Gyalui y Fernando Iglesias, tres días antes de su presentación en la Residencia de Estudiantes, Elena le preguntó si nunca olvidaba las letras de sus canciones a lo que Chavela le respondió: "A veces, pero siempre acabo donde debo".
Hace cuatro años fui a conocer el lugar de Tepoztlán donde vivía, frente a un cerro de nombre impronunciable, el cerro de Chalchitépetl, donde la cantante le contó que la leyenda dice que el cerro abrirá sus puertas cuando llegue el próximo Apocalipsis y sólo se salvarán los que acierten a entrar en su seno.
En aquella visita, también "me dijo: ´estoy tranquila´, y me lo volvió a repetir en Madrid, en sus labios la palabra tranquila cobra todo su significado, está serena, sin miedo, sin angustias, sin expectativas, tranquila".
También me dijo "una noche me detendré", y la palabra "detendré" cayó con peso y a la vez ligera, definitiva y a la vez casual. "Poco a poco", continuó, "sola, y lo disfrutaré". Eso dijo.
Al final de la carta, el cineasta escribió: "Adiós Chavela, adiós volcán. Tu esposo, en este mundo, como te gustaba llamarme, Pedro Almodóvar"
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