Con una carrera prometedora por delante y más de 150.000 discos vendidos, Walter Olmos estaba destinado a ser el heredero del cuarteto aún sin ser un hijo pródigo de la provincia de Córdoba. Fue adoptado desde Catamarca, le puso su voz a muchos de los éxitos que siguen sonando hasta hoy, y es por eso que aún siguen visitándolo en el mausoleo que ocupa en San Fernando del Valle de Catamarca.
Mucho se habló de la tumba de Walter Olmos hace exactamente un año, cuando fue bendecida ante sus familiares y amigos. Su madre le agradeció a las personas que continúan yendo a visitar al ídolo que murió con tan sólo 20 años. Hoy tendría 40, sería un adulto con una carrera que empezó y terminó tan rápido como la velocidad de un tren. Como la velocidad de una "Locomotora".
Lo único certero es que Walter Olmos descansa en su provincia natal, en un cajón bien conservado que está dentro de un mausoleo que tiene su nombre en la entrada. Incluso hay un cartel a pocos metros que, cual señal de tránsito, señala con una flecha dónde están los restos del cuartetero catamarqueño. Hay una puerta que se mantiene cerrada, lejos de ser un espacio al aire libre que se viralizó en YouTube.
Definición de la pobreza
Olmos nació en Catamarca el 21 de abril de 1982, en plena guerra de Malvinas. Noemí, su madre, lo tuvo a los 15 años. Fue el primero de nueve hermanos. En una nota que le hizo la revista Veintitrés en mayo de 2001, el año anterior a su muerte, definió al hambre de una manera sabia. No sólo la había vivido, sino que sabía describirla: “Es mucho frío, nadie te da una mano tirado ahí en la calle. No tenés ganas de ir a tu casa, te da miedo que tu vieja te pegue porque no llevás un mango. Sabés que en cualquier momento viene la policía y te levanta. Vos querés hacer algo y nadie te da una mano para que tu familia pueda comer. Eso es hambre”.
Diez pesos para la Virgen
Así lo contó en una entrevista con Página/12: “Al principio, no pude cumplir la promesa con la Virgen. Había empezado a cantar en una banda chiquita. El tipo que la armaba tenía carnicería y verdulería, y yo lo que quería era que me diera para comer, para poder llevar algo a mi casa. Pasó el tiempo, pero el tipo no me daba nada, nada de nada, ni para hacer un estofado. Y no le pude pagar a la Virgen lo prometido. Las cosas quedaron así por un tiempo y al final pude entrar a la banda Los Bingos, que es una banda catamarqueña que hace cuarteto desde hace treinta años. Pude tener la chance de cantar con ellos y ahí sí ya le pagué a la Virgen los famosos diez pesos”.
Y de ahí, después de varias presentaciones, ocurrió el milagro. Sonaba una canción de Olmos en un boliche de Catamarca. En ese lugar se encontraba Rodrigo. Cuando lo escuchó quedó fascinado y preguntó: “¿Quién es este muchacho que tiene la voz parecida a La Mona?”.
Y al otro día lo conoció. Olmos se convirtió en el elegido de Rodrigo. Fue su chofer, su secretario y aprendiz. Cantaron juntos el hit “Por lo que yo te quiero”, que aparece en un disco en vivo del cordobés. Eran los tiempos en que el cuarteto estaba de moda en todo el país.
El primer disco de Olmos, “A pura sangre”, llegó a disco de platino, con más de 100 mil copias vendidas.
La trágica muerte de Rodrigó causó un gran dolor en Olmos. “Lamento no haber manejado yo esa noche así evitaba su muerte”, llegó a decir.
Walter llenó estadios por todo el país y se consagró con una serie de shows que dio en el mítico estadio Luna Park de Buenos Aires a mediados de 2001, cuando agotó entradas.
En abril de 2002, durante una gira, el auto en el que viajaba volcó y se incrustó en una casa en Catamarca. Sufrió traumatismo de cráneo. Pasó unos días internado en terapia intensiva.
Recuperado, volvió a Buenos Aires. Llevaba 200 mil discos vendidos. Hasta que llegó la fatídica noche de la habitación 22 del hotel San Cristóbal Inn, en la calle Estados Unidos, en Buenos Aires. “Cuando vuelva de los shows, a la mañana, te juro que te hago el desayuno”, le prometió a su novia Vanessa.
Pero a la noche comenzó un tenebroso juego.
“Entré a la pieza y me puso el arma en la cara. Escuché un clic y le dije que se dejara de joder porque podía meterle un tiro a alguien. Me quiso calmar, dejó caer una bala y me dijo que no pasaba nada”, declaró el sonidista Luis López.
Pero en la Bersa todavía quedaban 12 proyectiles.
Olmos se tiró en la cama con el arma. Esperaba que le alcanzaran el teléfono para llamar a su hermana. Fue entonces cuando se disparó. La bala entró por la sien derecha del artista y quedó alojada en su cerebro, lo que le produjo la muerte en forma inmediata. Para los peritos, más que un suicidio, Olmos jugó a la ruleta rusa. Y perdió.
Lo despidieron miles de seguidores en una capilla ardiente que se armó en la bailanta Mundo Bailable, de Ingeniero Budge, y luego en su Catamarca natal, donde una multitud se acercó hasta el féretro, que recorrió 8 kilómetros desde la casa hasta el cementerio.
Olmos, el niño rebelde, el joven que cumplió el milagro que le pidió al a Virgen, volvía a la ciudad donde partió en busca de un sueño que terminó en pesadilla. Es inmortal en el cariño y el recuerdo de la gente y en su música.
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