Alma no sabe de qué le habla, pero igualmente acude al encuentro.
Al llegar descubre, sorprendida, que el lugar de la cita es una iglesia.
Allí está Leo, esperándola con una flor amarilla, aquel símbolo que supo sellar su amor cuando eran unos niños.
Años después, la escena se repite, pero con posibilidades concretas de realización: mirándola a los ojos, Leo le propone nuevamente casamiento…
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