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EL ULTIMO ADIOS A WALTER SANTA ANA.


WALTER SANTA ANA.

Durante todo este domingo fue velado Walter Santa Ana en el Cervantes y mañana, a las 10, sus compañeros actores lo acompañarán hasta el Panteón de la entidad en Chacarita, haciendo un alto en el Teatro San Martín donde volvó sus mejores logros. Códigos de trabajo, ética, estética, honestidad. Todas estas palabras sumadas al talento rigieron la vida como actor de Walter Santa Ana, estimulado por su padre desde joven a ver teatro e ingresado a los 21 años a la Escuela Nacional de Arte Dramático, donde estudió con maestros como Antonio Cunil Cabanillas.
Santa Ana, que falleció en este sábado 9 de junio, a los 79, estaba enfermo con problemas respiratorios, de hecho estaban pidiendo sangre para él sus compañeros actores, porque estaba internado y hace años que estaba prácticamente ciego, aunque seguía trabajando. Era el papá de Muriel Santa Ana, a quien les damos nuestras condolencias.
La gente de teatro velará desde este domingo a las 10 de la mañana a Santa Ana en el Cervantes, de Córdoba y Libertad.
Sus comienzos fueron en el Teatro de Los Independientes, que dirigía entonces Onofre Lovero, quien haría allí una versión muy recordable del Galileo Galilei en la cual Santa Ana no trabajó, pero personaje con el que se consagró muchos años después, recibiendo muchos premios por esa labor.
El resto de la carrera –estuvo siete años en el elenco estable del Teatro San Martín– se la pasó experimentando arriba de un escenario. “Son más de cuarenta años de profesión –dijo en su momento–. Trabajé en tantos lugares e interpreté tantos papeles que a veces me pregunto si no fueron demasiados. El teatro no es teoría, es práctica. De manera que uno de los caminos fundamentales del perfeccionamiento se busca en los trabajos que se hacen. Los ensayos, las nuevas experiencias, ayudan a no repetir viejos errores y a repetir las virtudes. Pero mirando ese itinerario desde el hoy, a veces me parece que el trabajo fue mucho.”
Consultado sobre si le gustan los límites en la labor escénica, respondió: “Sí, son necesarios. Si el actor no se ciñe a ciertos límites transforma su actuación en algo vago, excesivamente esfumado. El teatro tiene tantos límites como una cancha de fútbol. Y aunque parezca contradictorio son éstos los que te dan la libertad expresiva, los que te impiden despatarrarte. El poeta romático Novalis decía: ‘Cuando las tormentas azotan el pecho del poeta y se ve aturdido y desconcertado, su único producto son galimatías’. Schubert a su vez decía que la creación es una batalla donde la tormenta castiga al artista, pero que éste debe mantener el tino para guiar sus tropas. En la actuación pasa lo mismo.”

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