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Unos segundos después comenzó a sonar Deja de llorar, de El Polaco, y el bailongo continuó bien arriba. Pero Marcelo seguía sin aparecer en pantalla.
En un momento, cual el jamaiquino Usain Bolt en una carrera de 100 metros llanos, Fede Hoppe se cruzó el estudio con un micrófono en la mano y se lo entregó al sorprendido conductor, quien ingresaba al piso desde uno de los pasillos.
¡El Bailando es una fiesta!
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